Por Maguá Moquete Paredes
La droga es un veneno fulminante que afecta todo el organismo. La cocaína anestesia la boca y la garganta; causa dilatación de las pupilas, elevación del pulso, palpitaciones anormales al corazón y al sistema nervioso; afecta las relaciones sexuales y las células del cerebro; la persona no reacciona en su estado normal. Las drogas son sustancias peligrosas que pueden ocasionar una muerte repentina.
La vida corre peligro cuando usas drogas, cualquiera que sea. Las señales iniciales pueden ser dolores de cabeza, calambres, convulsiones, inquietud, ansiedad, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, diarreas, sudor fuerte, erupción en la piel, y otras causas…
Y peor todavía, si compartes agujas, has tenido relaciones sexuales, si la persona que se inyecta drogas o que comparte agujas, puedes contraer el SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Al adicto le esperan tres caminos: el hospital, la cárcel o el cementerio.
Reconozco en Rafael Gregorio Santana, toda una vida prolífica y con esmero periodístico profesional, gremialista total y siempre en contra de los fenómenos drogas narcóticas. Fue uno de los fundadores de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), asesor especial del Senado de la República Dominicana en asuntos antinarcóticos, conferencista, consultar institucional en el país y extranjero. Combatió el mortífero tráfico de las drogas, su uso indebido, el narcotráfico, microtráfico y siempre con acciones de visionero y preventivo en pro la sociedad dominicana.
Por tanto, adjunto la sabiduría y la experiencia del notable periodista Santana con los preceptos de los psiquiatras o psicólogos clínicos que llaman prognosis fatalis o diagnóstico de muerte inminente. Este reconocimiento está basado en los tratamientos conocidos que han fallado y que se han abandonado a sí mismo. El drogodependiente continuará deteriorándose, convirtiéndose en un delincuente crónico y sufriendo de crisis psicóticas agudas que terminarán en hechos fatídicos.
Hace algunos años, muchos consumidores de cocaína presentaban una disposición depresiva, y los jóvenes con frecuencia provenían de hogares inestables o destruidos. Actualmente es por completo diferente. Ahora, provienen de todos los sectores sociales: ricos o pobres, educados o iletrados, de familias felices o infelices. Sabemos que la cocaína atrapa de igual modo a los adolescentes que a los adultos. La cocaína atrae a todo tipo de persona y no distingue entre cerebros diferentes.
El cerebro es, de todos los órganos del cuerpo, aquél en el que el principio de homeostasis (capacidad de mantener una condición interna estable de acuerdo a la energía y materia exterior), se aplica de un modo más perfecto. La estabilidad en la composición química de su medio interno, millones de neuronas coherentes. Fluido en el que están inmersas miles de millones de neuronas, es la propia condición de su actividad coherente.
Pero la cocaína altera el reciclado de las sustancias secretadas por las células cerebrales para transmitir un flujo normal de mensajes coherentes. Este maravilloso desempeño autorregulante del cerebro, reciclado interno que descansa, es primero alterado y después destruido por la cocaína.
La naturaleza ha hecho del cerebro un mecanismo tan complicado, que la manipulación química del cerebro parece condenada al fracaso. Una expresión balanceada de las funciones intelectuales y emocionales del cerebro sólo puede ocurrir en un medio cerebral con una composición delicadamente regulada por la renovación cíclica de sus neurotransmisores.
La presencia de una memoria afectiva asociada al uso de la cocaína explica por qué a un adicto rehabilitado nunca puede ser considerado como curado, ya que no será capaz de consumir esta droga nuevamente sin volver a su adicción. Lo mismo puede decirse de otras drogas adictivas como los opiáceos, y aun del alcohol o el tabaco.
Todas las experiencias individuales están impresas en el cerebro en forma de recuerdos que, considerados en su totalidad, determinaran la personalidad de cada individuo. Y en gran medida, su conducta. Ciertos recuerdos sensaciones placenteras que pueden incluso remontarse años atrás. Uno de los mejores ejemplos se evoca a muchos tales recuerdos profundos es el que narra el escritor francés Marcel Proust en su libro: En busca del tiempo perdido, donde dice con claridad meridiana que la cocaína marca al cerebro con un recuerdo, impreso bioquímicamente, llamado impronta que no puede ser borrado.
Podemos recordar que la fragilidad del balance de las regulaciones del cerebro fue descrita hace ciento cincuenta años por el psiquiatra francés Jacques-Joseph Moreau:
La cocaína distorsiona el juego natural de las regulaciones cerebrales básicas, que dependen de un reciclaje normal de las sustancias químicas producidas por el cuerpo para mantener un funcionamiento cerebral coherente. Afectadas por la droga, estas sustancias naturales alcanzarán un nivel tóxico que evita la expresión de la mente racional.
Por sus efectos dañinos del delicado y fino balance de las regulaciones cerebrales, la cocaína provoca las creencias que albergan por su uso permanente erróneas que todos albergan por su uso permanente.
Maguá Moquete Paredes
Periodista,analista social.